"Amo a los militares. Los he amado siempre y prefiero ser la amante de un oficial pobre que de un banquero rico", declaró la espía durante el proceso que la condenó a muerte.
Pocas mujeres han despertado tantas pasiones y sembrado tanto misterio a su alrededor como Mata-Hari, la más legendaria espía de nuestro siglo. Ella misma se encargó durante años de urdir la inextricable red de rumores y fantasías que envolvieron en una nebulosa a aquella bailarina exótica, apasionada, amante de un batallón de caballeros influyentes y arriesgada espía, hasta que las biografías han podido demostrar que la famosa bailarina hindú, aclamada en París, en Berlín y en Montecarlo, no era más que una mentirosa patológica y una aventurera caída en desgracia. Pero lo malo no es que Mata-Hari, o mejor, Margaretha Geertruida Zelle, fuera una impostora, una bailarina abominable y una espía de medio pelo, dispuesta a venderse al mejor postor. Lo peor fue que a causa de sus muchos embrollos se vio condenada a morir a los 41 años ante un pelotón de fusilamiento en el castillo de Vincennes. "La verdad es que como espía fue poca cosa" ,diría con indudable cinismo el capitán Ladoux, el mismo que había pedido para ella la pena capital.
Cuestión de mala suerte. Tuvo la mala suerte de estar actuando en Berlín cuando estalló la guerra del 14. Y lo que es peor, tuvo la mala suerte de ser por esas fechas la amante del jefe de policía de la ciudad, y un poco más tarde de Kraemer, cónsul alemán en Amsterdam y jefe del espionaje de su país. Los franceses no se lo perdonarían.
Lo cierto es que Kraemer piensa en ella para sonsacar información a los militares franceses. A cambio, naturalmente, de sumas considerables. Tras el regateo, Mata-Hari acepta y se convierte en la agente H-21. Pero la bailarina era ambiciosa e inconstante en sus afectos, y tal como había hecho siempre con los amores, decidió jugar a dos barajas y convertirse en agente doble. Ni corta ni perezosa se ofrece en París al capitán Ladoux, a quien sabe al frente del Servicio de Espionaje y Contraespionaje francés. A partir de ese momento, Ladoux se dedica a seguir todos sus pasos y a vigilarla de cerca. Una mujer que no puede pasar desapercibida, resulta ser una pésima espía. Si además es propensa a la mentira, al embrollo y a acostarse con cualquier apuesto caballero con tal de que tenga un par de galones, las cosas pueden complicarse mucho.
Pese a estar muy enamorada por aquel entonces del oficial Vadim Masslov, varios años más joven que ella, sus intrincados asuntos de alcoba entre Madrid, Amsterdam y París, acelerarán su caída y su detención acusada de espionaje. En el interrogatorio se volverían contra ella sus últimas andanzas con la milicia: "Desde junio de 1916 habéis entrado en relación con los militares de todas las nacionalidades que estaban de paso en París.
Así el 12 de julio habéis almorzado con el subteniente Hallaure. Del 15 al 18 de julio habéis vivido con el comandante belga De Beaufort. El 30 de julio salisteis con el comandante de Montenegro, Yovilchevich. El 3 de agosto con el subteniente Gasfield y el capitán Masslov. El 4 de agosto os citabais con el capitán italiano Mariani. El 16 almorzabais con los oficiales irlandeses, Plankette y O'Brien, y el 24, con el general Baumgartem". El listado continuaba y aquí fue cuando Mata-Hari aseguró que amaba a los militares de todos los países y que sólo se acostaba con ellos por placer, no para sacarles información.
Es muy probable que esa fuera la única verdad que dijo en su vida. El tribunal francés la acusó de alta traición y la condenó a muerte sin pruebas concluyentes. En parte, para subir los ánimos de un país en guerra, al que se le ofrecía una sensacional ejecución con intenciones edificantes.
Murió con una serenidad inusitada el 15 de octubre de 1917. Vestida y maquillada como para una gran ceremonia, no permitió que le taparan los ojos y miró sin rencor a los oficiales del pelotón de fusilamiento. Nadie reclamó su cadáver.
FUENTE: ELMUNDO.ES
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